sábado, marzo 31, 2007

Jørn

Hace unos días recibí un e-mail que solicitaba toda la colaboración posible para aupar a la Alhambra de Granada en las votaciones de la elección de las nuevas 7 Maravillas del Mundo. Por si no estáis informados acerca de esta iniciativa, se trata de seleccionar las 7 construcciones cuyo valor equivalga a las 7 antiguas, ¡pero que puedan visitarse en la actualidad! (Ya sabéis que de las antiguas sólo quedan en pie las pirámides). El caso es que un comité ha seleccionado las 21 candidatas finales, de las cuales saldrán elegidas las ganadoras por votación popular.

Pues bien, al abrir el link de la web de las votaciones, veo que puedo marcar mis 7 predilectas de entre las 21 finalistas. Me llevé una agradable sorpresa al descubrir en el listado la Ópera de Sidney y es que, veréis, conocí en persona a su diseñador, el prestigiosísimo arquitecto danés Jørn Utzon. Resulta que el buen hombre, que ya es bastante mayor, tiene (o por lo menos tenía el año pasado) una casita en las cercanías de mi pueblo, allá en la costa mallorquina, y en vacaciones solía hacer los cafés en el mismo bar que mi padre, así que pronto empezaron a conversar cuando se encontraban.
En una de las poquísimas ocasiones que vuelvo a mi casa, mi padre me lo presentó.

El sr. Utzon y su esposa resultaron ser las personas más amables y sencillas del mundo. Al verme, la señora comentó: "Eres muy guapa." Entonces, Jørn dijo: "Da una vuelta para que te vea desde todas las perspectivas". Yo sonreí y giré sobre mí misma. El anciano arquitecto asintió complacido: "Estás bien diseñada, sí, eres muy bonita". Reconozco que me corté bastante y no sabía dónde mirar, así que formulé un agradecimiento torpe mientras mi padre se derretía de orgullo :-P

En fin, que con el asunto de las votaciones me he acordado de esta pequeña anécdota y qué queréis, si uno de mis 7 votos ha ido a la Alhambra, otro de ellos ha viajado a Sidney.

Para votar: http://new7wonders.com

lunes, marzo 19, 2007

De momento sin título, (I)

Os pido perdón a todos por no haber dado señales de vida en tanto tiempo. Mi cabeza ha estado demasiado ocupada durante las últimas semanas. Aún así, tenía la idea para el relato que debería haber publicado 15 días atrás y no he querido renunciar a ella, por eso subo hoy la primera parte, aunque sea un pelín tarde. Y no, no es ninguna maravilla, pero bueno, tiempos e ideas mejores vendrán.
Ahí va:
Apenas dos días después de mi cumpleaños, él me dejó. Qué disgusto tan grande. Me había acostumbrado a aferrarme a sus brazos mientras él rodeaba mi cuerpo con ellos. Yo acariciaba el abundante vello rubio hasta que se me cerraban los ojos. “Mi osito”, lo llamaba yo. Y mi osito prometía que cuidaría de mí para siempre, lo cual me llenaba de gozo.
Hasta que apareció ese puto inglés... ¿Dylan, se llamaba? No me acuerdo, creo que sí. Con esos ojitos azules algo caídos, la boquita lastimera, la piel de cashmere... se se se. Dylan era más guapo, más fino, más dulce, más todo que yo. Y mira que trataba de afeitarme dos veces al día para tener carita de bebé, ¿eh? Pero unas infames hebras negras emergían de mis mejillas con la fuerza de un tren en marcha arruinando cualquier sueño de delicadeza. De todos modos, supongo que mis articulaciones nudosas y las marcas de acné en mi cara tampoco ayudaban. O simplemente se cansó de mí porque sí. Yo qué sé. Yo qué sé. Yo qué sé...
..........................
- Pero Darío, no puedes seguir así, hombre.
- ¿Te crees que me gusta?
- Vaaaaa. Fue una putada, de acuerdo, pero ya pasó. Ahora tienes que salir, divertirte... no sé. ¿Por qué no te vienes a la fiesta de Salva?
- Uuuuuffff.
- Vamos, se alegrará de verte. Ha preguntado por ti.
La verdad es que Robe se estaba portando la mar de bien. Sin embargo, no estaba yo para fiestas, y menos de cumpleaños, cuando hacía menos de dos meses que había celebrado el mío con Sandro sin siquiera sospechar que un par de días más tarde estaría solo. Aún así, su sonrisa y su mano sincera en mi hombro lograron convencerme.
Continuará
Yo también soy cuentacuentos

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

viernes, marzo 02, 2007

Diarios de Freaklandia. Capítulo 11

El otro día se me ocurrió la brillante idea de sacar la basura, cosa que no hacía desde que en aquellos lejanos días de verano tuviera la misma inspiración y los hechos no se desarrollaran del modo más satisfactorio. Para más señas, diré que en esa ocasión fui incapaz de encontrar los contenedores reservados a los estudiantes y, ni corta ni perezosa, arrojé mis desperdicios al cubo de una casa privada. Cuando comenté la jugada a mi compañera de piso, Moni, quedó horrorizada por mi alevosía y desde entonces se encargó ella de desechar los desechos, valga la redundancia.

El problema es que allá por diciembre Moni se fue para no volver. Desde entonces las bolsas de basura se han ido apilando junto a la puerta (a veces una mano anónima las hacía desaparecer, pero no siempre). Al final, harta de tan insalubres condiciones, decidí averiguar dónde estaban los contenedores de una vez por todas.

Salí de casa con la bolsa de mierda en la mano y una amplia sonrisa en la cara, la cual no venía motivada por el gozo infinito de evitar una epidemia de peste bubónica, sino de ir canturreando canciones de Placebo, que con mi voz sonaban "de esa manera". Avisté entonces la pequeña construcción rectangular en la cual creía sitos los depósitos y hacia ella encaminé mis decididos pasos. Mas ¡válgame el cielo! en ella sólo había bicicletas. Calibré durante unos instantes la posibilidad de verter los residuos sobre las mismas, pero desistí ante el temor de que alguna inocente jovencita quedara misteriosamente embarazada tras levantarse del sillín de su vehículo. Así pues, di media vuelta y en lontananza (bueno, tan lejos no, pero quedaba bien la expresión XD) vi una segunda casita rectangular. Ya esperaba hallar velocípedos, una Harley sin candado o un par de mulos. Nada más lejos de la realidad. Cual visión celestial, los contenedores se perfilaron ante mis ojos.

Lo bueno fue que más tarde pasé de casualidad junto a la primera casita y entonces me di cuenta de que tenía dos secciones: la de las bicicletas... y la de la basura.

Soy lista, lo sé. Pero me río.